Un análisis de ONE.org revela una preocupante tendencia oculta en la ayuda sanitaria. Aunque el aumento de la financiación para la COVID-19 enmascaró temporalmente un descenso de la financiación, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) para la salud alcanzó su nivel más bajo en 13 años en 2021 y sólo repuntó ligeramente en 2022. Este descenso supone un riesgo importante para los logros sanitarios mundiales.
Durante la pandemia, la ayuda de los donantes a la sanidad se disparó para fortalecer los sistemas sanitarios y mejorar el acceso a las herramientas esenciales. Sin embargo, este aumento se produjo a expensas de otras prioridades sanitarias, ya que los presupuestos se reorganizaron en lugar de aumentar. Como resultado, la financiación de servicios críticos como las inmunizaciones y la salud materno-infantil no ha vuelto a los niveles anteriores a la pandemia para muchos donantes importantes, como el Reino Unido, Canadá y la UE.
Las consecuencias son nefastas: aumentan las enfermedades prevenibles, con un incremento de los casos de paludismo desde 2018 y millones de niños que no reciben las vacunas sistemáticas. La dependencia de la financiación de emergencia es miope; sin inversiones constantes en salud, los países corren el riesgo de socavar su resiliencia frente a futuras emergencias sanitarias.
Sin una reasignación urgente de las prioridades de la AOD sanitaria en el panorama posterior al COVID, los avances contra las enfermedades prevenibles corren el riesgo de retroceder. Las principales economías deben volver a comprometerse con una financiación coherente a largo plazo para garantizar que los sistemas sanitarios se refuerzan y están preparados para afrontar los retos futuros, salvaguardando la salud y el bienestar de las poblaciones vulnerables de todo el mundo.