El sistema sanitario canadiense, aunque financiado con fondos públicos y percibido como gratuito, conlleva importantes tiempos de espera para recibir servicios médicos debido a un desajuste entre la demanda y la oferta, lo que raciona de hecho la asistencia. Esta inadecuación genera costes económicos sustanciales, estimados en miles de millones, y suscita preocupación por la calidad y la accesibilidad de la asistencia sanitaria para los canadienses.
El sistema sanitario canadiense se ha visto sometido a escrutinio, especialmente a raíz de un vídeo viral en el que una mujer describía su experiencia esperando 13 meses a que le hicieran una resonancia magnética para detectar un tumor cerebral. Este incidente suscitó debates en los que algunos comentaristas argumentaron que sus afirmaciones eran engañosas, señalando que los tiempos de espera varían según la provincia y los determinan los médicos y no el gobierno.
A pesar de estas refutaciones, el vídeo saca a la luz los problemas subyacentes en el sistema sanitario financiado con fondos públicos de Canadá, que a menudo se considera erróneamente “gratuito”. Aunque se financia a través de los impuestos, existe un coste significativo, no sólo económico, sino también en términos de tiempos de espera para los servicios médicos. El sistema sanitario público requiere intrínsecamente un racionamiento debido al desajuste entre la demanda de servicios y la oferta disponible de proveedores y equipos sanitarios.
Para gestionar los costes y mantener los impuestos bajo control, las provincias canadienses tienen que basarse en los tiempos de espera en lugar de en los precios monetarios para racionar la asistencia. Este racionamiento provoca retrasos significativos para los pacientes, lo que les disuade de buscar atención inmediata tanto para problemas de salud graves como leves. Los costes ocultos de estos tiempos de espera no se reflejan en los impuestos, pero representan una carga real para las personas que necesitan atención médica a tiempo.
Figuras clave implicadas en el establecimiento de la sanidad pública en Canadá, como el ex ministro de Sanidad de Quebec, Claude Castonguay, han reconocido que eliminar los tiempos de espera exigiría aumentar la financiación mediante impuestos, una propuesta que los políticos suelen dudar en respaldar. Examinar las tendencias de los tiempos de espera ilustra aún más el impacto de este racionamiento. Los datos indican que, de 1993 a 2024, la mediana del tiempo de espera para un tratamiento en la mayoría de las provincias ha aumentado de menos de 12 semanas a unas 30 semanas, con algunas provincias como Nueva Brunswick y la Isla del Príncipe Eduardo con una media de más de 69 semanas. Para determinados procedimientos, como la neurocirugía, los tiempos de espera superan las 46 semanas.
Medir el coste económico total del racionamiento de la asistencia sanitaria es complejo, dada la variabilidad de la calidad de los datos y las numerosas afecciones afectadas. A pesar de estas dificultades, la Asociación Médica Canadiense (CMA) realizó en 2008 un estudio que calculaba el coste económico de los tiempos de espera para cuatro procedimientos clave: prótesis articulares, operaciones de cataratas, injertos de bypass coronario y resonancias magnéticas. Descubrieron que, en 2007, el coste de la espera era de aproximadamente 14.800 millones de dólares canadienses, alrededor del 1,3% del PIB de Canadá. Esta estimación no incluía costes adicionales, como los 4.400 millones de dólares de pérdida de ingresos públicos debido a la reducción de la actividad económica o las repercusiones de los tiempos de espera para obtener nuevos medicamentos.
El estudio de la CMA sólo consideraba una fracción del total de procedimientos y dolencias afectados por los tiempos de espera. En 2013, el Conference Board de Canadá amplió este análisis añadiendo dos dolencias más, lo que elevó el coste estimado a 20.100 millones de dólares canadienses. Otro enfoque para evaluar estos costes consideró el impacto de la espera en términos de salarios y tiempo de ocio perdidos, dando como resultado una estimación para 2023 de 10.600 millones CAD, o unos 8.730 $ por paciente en espera.
Además, un estudio intentó cuantificar el coste del racionamiento en términos de vidas perdidas, lo que, aunque parezca insensible, permite comprender la productividad perdida por el retraso de la asistencia. Una de las conclusiones indicaba que cada semana adicional de espera entre la consulta de un médico generalista y la intervención quirúrgica aumentaba en 3 por 100.000 la tasa de mortalidad de las pacientes.
Valorar una vida perdida en aproximadamente 6,5 millones de CAD indica un importante coste social ligado a estos retrasos en la accesibilidad de la asistencia sanitaria. En conclusión, aunque los tiempos de espera se justifican a menudo por la calidad de la asistencia recibida, la realidad es mucho más compleja. El sistema sanitario canadiense ocupa un mal lugar en comparación con otras naciones desarrolladas en varias áreas clave: 28º en número de médicos, 24º en camas asistenciales y 25º en máquinas de resonancia magnética en relación con la población entre 30 países encuestados. Estas estadísticas subrayan los retos del sistema y la necesidad de un diálogo continuo sobre la financiación y el acceso a la asistencia sanitaria para garantizar que los canadienses reciban una atención médica oportuna y eficaz.