Estonia planea fusionar los sistemas de asistencia sanitaria y social para mejorar la coordinación, pero los grupos de interés temen que las reformas apresuradas puedan alterar los servicios, especialmente para los grupos vulnerables. Los críticos advierten de que una financiación poco clara y una mayor burocracia pueden reducir el acceso y sobrecargar a los proveedores.
El Ministerio de Asuntos Sociales estonio ha propuesto una importante reforma que fusionaría los sistemas sanitario y de asistencia social del país, con el objetivo de resolver la persistente falta de coordinación y la duplicación de servicios entre estas dos esferas. Tradicionalmente, Estonia ha mantenido separados los servicios sanitarios y sociales, como el apoyo a la rehabilitación, con financiación y gestión distintas: la Caja del Seguro Sanitario es responsable de la asistencia sanitaria, mientras que la Junta de la Seguridad Social gestiona los servicios sociales. Esta separación ha creado ineficiencias y a menudo obliga a las personas -y a sus familias- a llevar ellas mismas la información médica entre las distintas instituciones, lo que a veces da lugar a registros incompletos o inexactos e impide que los proveedores de servicios tengan una visión global del historial de tratamiento de cada persona.
El año pasado, unas 11.000 personas recibieron servicios de rehabilitación social, que engloban el apoyo de diversos profesionales como trabajadores sociales, psicólogos, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas creativos, prestados a niños, adultos con discapacidades o enfermedades crónicas y ancianos. Sin embargo, navegar entre los actuales sistemas duales de Estonia ha resultado problemático para muchos, lo que ha provocado un acuerdo entre las partes interesadas sobre la urgente necesidad de una reforma. Para abordar estas cuestiones, el Ministerio completó en julio un documento de desarrollo en el que esbozaba su plan de reforma, con propuestas clave como la integración de los servicios sanitarios y sociales, la creación de nuevos organismos regionales de coordinación (TERVIK-s) y la introducción de coordinadores sanitarios (“tervisejuht”) que trabajarían en equipos de médicos de familia o centros de salud. Estos especialistas supervisarían los itinerarios asistenciales individuales, coordinarían el apoyo entre los servicios sanitarios y sociales, accederían a datos completos sobre los servicios y facilitarían la colaboración entre los distintos proveedores de servicios.
A pesar de la promesa de una mejor coordinación, los grupos de interés han expresado su grave preocupación por que el ritmo y el planteamiento de la reforma puedan provocar interrupciones en el acceso a los servicios, sobre todo para los grupos vulnerables. Tanto la Cámara de Personas con Discapacidad como la Asociación Estonia de Instituciones de Rehabilitación temen que la transición demasiado rápida a un nuevo sistema de rehabilitación social pueda dejar a algunas personas sin ayudas esenciales. A los proveedores de servicios les preocupa que la falta de un periodo de transición planificado y unas estructuras de financiación poco claras puedan suponer una pérdida temporal de acceso a la asistencia, sobre todo en las regiones rurales, si los proveedores locales no son capaces de cumplir las nuevas exigencias normativas y de concesión de licencias. El Ministerio reconoce estos riesgos en su plan, señalando que cualquier retraso en el establecimiento de los nuevos organismos TERVIK puede causar interrupciones en la prestación de servicios, y admite que los proveedores más pequeños podrían tener dificultades para conseguir las licencias necesarias para seguir ofreciendo servicios sanitarios.
Además, ha habido críticas por parte del director de la Caja del Seguro de Enfermedad, Rain Laane, que ha declarado que, sin financiación adicional que se corresponda con la transferencia de responsabilidades de la Junta de la Seguridad Social, la Caja del Seguro de Enfermedad no puede apoyar la propuesta. Laane ha subrayado que los anteriores traspasos presupuestarios a la Caja -como los que cubren los servicios de ambulancia y los tratamientos a pacientes no asegurados- han dado lugar a déficits sustanciales, una tendencia que podría empeorar si se transfieren más responsabilidades sin recursos suficientes. Los médicos de familia también han hecho saltar las alarmas, temiendo que la reforma aumente su carga de trabajo y reduzca el acceso a los cuidados intensivos. Aunque reconocen el valor de los servicios integrados y los coordinadores sanitarios, se preguntan si el personal existente puede asumir razonablemente funciones más amplias y si toda la reforma del sistema de rehabilitación social está justificada o es necesaria en este momento.
En el gobierno de la ciudad, el teniente de alcalde de Tallin, Karl Sander Kase, argumentó que la creación de nuevos organismos regionales añade capas de gestión innecesarias en lugar de lograr una integración real y hace que el sistema sea más confuso, con funciones de las que podrían encargarse los organismos nacionales existentes. En definitiva, aunque la reforma propuesta en Estonia promete una mayor eficacia y una mejor coordinación entre los servicios sanitarios y sociales, un coro de expertos del sector advierte de que, si se precipita y carece de fondos suficientes, pone en peligro la continuidad de los servicios y puede crear inadvertidamente nuevas barreras a la asistencia para los más necesitados.