La sanidad pública de Malasia está plagada de falta de personal, baja moral, hacinamiento y reformas estancadas. El Presupuesto 2026 prevé absorber a los médicos contratados, aumentar el gasto, reforzar las asociaciones entre el sector público y el privado, poner en marcha una cartografía de la mano de obra basada en la tecnología y crear una gobernanza integradora para lograr un cambio sistémico.
El sistema sanitario público de Malasia, que aún se tambalea por el estrés pospandémico, se enfrenta a problemas estructurales muy arraigados: una elevada tasa de bajas entre los trabajadores sanitarios, una moral baja y un hacinamiento crónico. Políticas como el sistema de médicos contratados y la falta de puestos permanentes han empujado a muchos profesionales cualificados a otros sectores o al extranjero. La grave escasez de personal y las cargas de trabajo insostenibles han erosionado aún más la moral, mientras que los hospitales saturados dejan a los pacientes esperando más de un día en las salas de urgencias o meses para ser operados. Iniciativas mal concebidas, como
El Presupuesto 2026 presenta un punto de inflexión para afrontar estos problemas de larga data. La Asociación Médica Malasia (MMA) ha propuesto reformas en el marco de Personas, Procesos y Tecnología (PPT) para reforzar la sostenibilidad. Bajo el epígrafe “Personas”, insta a absorber a todos los médicos contratados en puestos permanentes, aumentar los subsidios de guardia y fomentar unas trayectorias profesionales justas para retener el talento. Las reformas “de proceso” incluyen una mejor distribución de la mano de obra, inspirada en sectores como el de la aviación, y sistemas de RRHH transparentes, como el plan Pertukaran Suka Sama Suka (P3S), destinado a flexibilizar los traslados de personal. Sin embargo, la inercia burocrática ha frenado su avance. En el apartado de “Tecnología”, el despliegue de un tablero de mandos nacional basado en IA para el mapeo de la mano de obra podría proporcionar transparencia basada en datos y reducir la mala distribución entre regiones.
El MMA y otras partes interesadas piden que se aumente el gasto público en sanidad hasta el 5% del PIB, frente al 2,4%, reconociendo la sanidad como una inversión en la resiliencia nacional. Esto incluye aumentar las tasas de inscripción en los centros públicos -excluyendo a los más pobres (B40)- para financiar el mantenimiento, y facultar a un consejo de reforma integrador compuesto por el Ministerio de Sanidad, los proveedores privados, los especialistas y los médicos de cabecera. Esta colaboración podría perfeccionar el DRG y convertirlo en un elemento básico para un futuro sistema de Seguro Nacional de Salud. En última instancia, el Presupuesto 2026 debe estabilizar el personal, descongestionar los centros mediante una mayor colaboración público-privada y restablecer la confianza mediante una gobernanza transparente e integradora, sentando las bases de la cobertura sanitaria universal y de un sistema sanitario malasio resistente.