Los terremotos de marzo de 2025 en Myanmar devastaron los servicios sanitarios, desbordando las instalaciones y dejando a miles de personas con necesidad urgente de atención. Con el apoyo rápido y flexible del Fondo de Contingencia para Emergencias de la OMS, se distribuyeron rápidamente suministros sanitarios críticos, medidas de prevención de enfermedades y apoyo psicosocial, que llegaron a los más vulnerables y ayudaron a estabilizar la crisis.
En marzo de 2025, Myanmar sufrió dos potentes terremotos que dejaron un rastro de destrucción en varias regiones. El impacto en el ya frágil sistema sanitario del país fue profundo. Los hospitales y las clínicas se derrumbaron, los suministros médicos quedaron sepultados bajo los escombros y los trabajadores sanitarios se enfrentaron a un aumento abrumador de la demanda de atención urgente. El desastre puso de manifiesto e intensificó las vulnerabilidades existentes, ya que miles de personas necesitaron repentinamente tratamiento para lesiones traumáticas, enfermedades crónicas, necesidades de salud reproductiva y prevención de enfermedades.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), con el apoyo crucial del Fondo de Contingencia para Emergencias (FCE), actuó rápidamente tras el desastre. En 24 horas, la OMS desplegó suministros sanitarios de emergencia a través de vuelos chárter, incluidos kits sanitarios de emergencia interinstitucionales, kits de traumatología y cirugía, tiendas móviles, equipos de seguridad hematológica y bolsas para cadáveres. Estos recursos se distribuyeron a los centros de salud pública que trataban a los supervivientes del terremoto. La rápida respuesta fue vital para mantener la atención esencial y salvar vidas durante los primeros días críticos tras los terremotos.
Una de las intervenciones más impactantes fue la distribución de 1.400 paquetes para madres y bebés en 20 municipios gravemente afectados. Estos paquetes garantizaron que más de 2.800 madres y recién nacidos recibieran un apoyo al parto más seguro y una atención digna, incluso en refugios temporales. En previsión de la estación de los monzones y del mayor riesgo de enfermedades en los campamentos superpoblados, la OMS también dio prioridad a la prevención de enfermedades. Se preposicionaron kits de respuesta a brotes, reactivos de laboratorio y pruebas de diagnóstico rápido para impulsar la detección precoz de enfermedades infecciosas. Se instalaron filtros de agua en instalaciones sanitarias y lugares de desplazamiento, que proporcionan agua potable limpia a más de 13.500 personas cada mes y apoyan directamente los esfuerzos para prevenir enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea acuosa aguda y el cólera.
Además de la atención traumatológica de emergencia, la OMS atendió las necesidades de las personas con enfermedades crónicas y discapacidades suministrando medicamentos para tres meses a más de 25.000 personas con hipertensión y diabetes. Además, se distribuyeron 1.500 dispositivos de asistencia para ayudar a las personas con problemas de movilidad a recuperarse con dignidad. Reconociendo el coste psicológico de la catástrofe, la OMS amplió el apoyo a la salud mental adquiriendo botiquines de salud mental y formando a más de 450 trabajadores sanitarios en Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) y autocuidados. Estos esfuerzos llegaron a más de 22.900 personas, tanto supervivientes del terremoto como trabajadores sanitarios de primera línea, dotándoles de conocimientos y habilidades para gestionar el estrés, afrontar el trauma y desarrollar resiliencia durante el proceso de recuperación.
Para garantizar una respuesta coordinada y eficaz, la OMS, con el apoyo de la FACE, reforzó la capacidad operativa en todo Myanmar apoyando a los Equipos de Respuesta Rápida y a los Centros de Operaciones de Emergencia Sanitaria. Estas plataformas permitieron realizar intervenciones selectivas y responder en tiempo real a la evolución de las necesidades sobre el terreno. La flexibilidad y la puntualidad de la financiación de la FACE fueron decisivas para que la OMS y sus socios pudieran actuar con rapidez y eficacia, no sólo abordando las necesidades sanitarias urgentes, sino también reforzando la resiliencia a nivel comunitario y los servicios sanitarios esenciales a largo plazo.
Los terremotos de marzo de 2025 en Myanmar fueron una dura prueba para el sistema sanitario del país. Gracias al apoyo rápido y flexible del Fondo de Contingencia para Emergencias, la OMS pudo prestar asistencia vital, prevención de enfermedades y apoyo psicosocial a miles de personas necesitadas. La respuesta demostró la importancia de la preparación para emergencias y puso de relieve la necesidad permanente de una asistencia humanitaria coordinada para proteger la salud y la dignidad de las comunidades vulnerables en tiempos de crisis.